Buceando por la prensa, he dado con una entrevista a un catedrático emérito de Economía de la Universitat Ramon Llull (Esade). Con la excusa de la publicación de 'Un planeta de gordos y hambrientos. La industria alimentaria al desnudo', Luis de Sebastián concede una entrevista a "El Periódico" y Joan Tapia.
--¿Tienen las multinacionales la culpa de la obesidad en los países ricos?
--No obligan a ser obeso, pero han contribuido a facilitar opciones de alimentación insanas que causan graves problemas a la salud.
--¿Hay que ir a los tribunales?
--En Estados Unidos hay obesos que --como antes los fumadores-- han ido a los tribunales. Pero no es lo mismo, porque el tabaco mata. Hay otras opciones.
--¿Cuáles?
--Desde hace un año, en Estados Unidos se ha prohibido la publicidad del fast-food en televisión a la hora que la ven los menores de 16 años. Y Francia sigue el camino. La obesidad infantil altera el metabolismo a una edad muy temprana. Es una epidemia mundial.
--Vamos, que las multinacionales son el malo de la película.
--No, no he hecho un libro acusatorio, sino expositivo. Las compañías argumentan que producen una comida barata (es verdad), nutritiva (tiene mucha grasa y azúcar) y conveniente (la gente no puede desplazarse para comer).
--¿Entonces?
--El inconveniente es que, repetida, es poco sana porque, para bajar precios, recurren a productos artificiales. Y si se combina una dieta con mucho azúcar y grasas saturadas (que producen colesterol) con la falta de ejercicio físico, las consecuencias son malas porque no se queman las calorías que se ingieren.
--¿Qué propone?
--Más información al consumidor en las etiquetas, que son demasiado pequeñas y herméticas; más regulación, y más educación en las escuelas sobre la alimentación sana.
--¿Entonces se arreglaría el problema?
--No, la alimentación sana, a base de fruta, carne, pescado fresco, no es barata. Los alimentos sanos --y los ecológicos-- son más caros y en algunos países ya hay una línea divisoria. Los más pudientes y más cultos se alimentan mejor que los más pobres y de menos nivel cultural.
--¿Hay que presionar a las multinacionales?
--Sin duda. Son empresas muy poderosas, pero sometidas a una gran presión de la competencia. Y su principal cliente, las cadenas de supermercados, les fijan el precio. No hay soluciones simples y, sí, muchos intereses contrapuestos
--Por ejemplo.
--Detrás de la lucha contra la obesidad también hay intereses. Por ejemplo, las farmacéuticas que venden productos para el adelgazamiento.
--Unos sufren obesidad y otros todavía pasan hambre.
--Esa es la gran paradoja. Más grave que la obesidad es no tener nada para comer, y hay más de 1.000 millones de personas en el mundo que pasan hambre.
--¿Aumentan?
--La proporción quizá se mantiene, pero, como aumenta la población, hay más personas que pasan hambre, aunque están localizadas en África, Haití y algunas zonas de Asia como Nepal o Bangladés. En otras zonas, como China o incluso la mayor parte de Centroamérica, ya nadie se muere de hambre.
--¿Por qué todavía hay hambre?
--Por causas como la sequía o incluso el dumpin agrícola de los países ricos, que destruye la producción local. Pero hoy la causa principal es más la pobreza que la falta de alimentos.
--¿No faltan alimentos?
--No es lo esencial. En África hay grandes regiones que viven en un régimen de subsistencia muy precario. Cualquier acontecimiento fuera de lo normal --una guerra o los movimientos de población subsecuentes-- rompe el equilibrio. Y no tienen dinero para comprar alimentos.
--¿Los transgénicos pueden ser la solución?
--No hay pruebas concluyentes contra los transgénicos, pero dan un gran poder sobre la agricultura a las multinacionales que los venden. Y limitan las variedades.
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