En un momento de íntima reflexión, di con una entrevista a Jorge Bucay en una de las publicaciones que edita RBA (Mente Sana).
Toma como punto de partida una anécdota que aconteció a su hijo el primer día de escuela. Allí la maestra les advirtió:
..."...Nunca os creáis con derecho de juzgar adecuadamente lo que un compañero hace, dice o piensa. Uno nunca sabe el camino que el otro ha recorrido; uno no anda por el mundo metido en sus zapatos... y, si lo hiciera, seguramente se sentiría muy a disgusto..."....
A partir de aquí, el propio terapeuta realiza una dura afirmación:
..."...Nosotros somos los únicos capaces de juzgar nuestras acciones, y es parte de nuestra responsabilidad para corregir, reparar y aprender de los errores..."...
Lo interesante son los matices que agrega, de ahí el motivo de esta entrada:
1. Juzga tus acciones, no tu persona. Se trata de comparar tus acciones con tu escala de valores y con tus principios, para dar paso al ajuste que después sea necesario. No puedes dejar de ser quien eres, pero siempre puedes aprender a actuar de una manera distinta.
2. Juzga la intención más que el resultado. La vida de las personas no se mide por los resultados que obtienen, sino por la esencia de sus motivaciones. Sólo tú conoces con sinceridad la razón y el porqué de tus actos.
3. Es fácil ser bueno, y sencillo, ser duro; lo difícil es ser justo. A la hora de Juzgarse no hay que ser muy riguroso echándose cargas uno mismo o a los demás. Cada cual conoce cuánto puede soportar.
4. Después de la sentencia (y no antes), la pena. La pena debe guardar una relación razonable con la falta. Ésta puede ser tan leve como condenarse a aprender de ese error, o tan grave como imponerse la reparación del daño causado, o la aconsejable y humilde actitud de disculparse con el otro.
5. Después de la condena (y no antes), el perdón. Aceptar tu realidad implica reconocer que te equivocas. Lo positivo es que aprendes de tus errores y reparas lo que puedes. Después es necesario dejar salir el amor que sientes por ti para perdonarte. Si no puedes perdonarte porque consideras que es una falta muy grande, debes aprender a compartir con alguien la pena de tu pena. Un hermano, amigo o terapeuta confiable que sepa mostrarte el camino que no has visto para ayudarte a encontrar tu propio perdón.
6. Y después del perdón (y no antes), abandonar el caso. Recuerda que nadie puede ser juzgado dos veces por la misma falta.
Ahí queda este documento por si a alguien le pudiera interesar....
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