El superventas romántico Marc Lévy publica conecta con millones de lectores.
Vida en respuesta múltiple
A) Una mujer que está en coma se aparece en forma de fantasma en su apartamento, ahora ocupado por un atractivo viudo en pleno duelo, y ambos se acaban enamorando.
B) Un adolescente acompaña a su padre al cine y queda impactado por una película neorrealista italiana donde se condena el maltrato a los inmigrantes, hacinados en una especie de gallinero. A la salida de la proyección, se gira hacia su progenitor para decirle “yo algún día quiero cortar esa verja”. Dos años después, se hace voluntario de la Cruz Roja.
C) Una ejecutiva agresiva que lleva años sin hablarse con su padre recibe la noticia de su fallecimiento el día antes de su boda. Al regresar del funeral encuentra en su casa un regalo muy especial, un androide que contiene la memoria, gran parte del córtex cerebral y un dispositivo compuesto por millones de procesadores que reproduce el color y la textura de la piel del difunto. Programado para autodestruirse en seis días, ambos se embarcan en un viaje de cara a reconciliarse y decirse lo que jamás se atrevieron sin la ayuda de la cibernética.
La mujer invisible y el androide
Bien, el juego consiste ahora en adivinar cuál de estas extraordinarias historias no procede de la inflamada imaginación de Marc Lévy sino de su biografía particular. La respuesta es todas. La A surge de una conversación en la que su abatida mejor amiga le confesó sentirse invisible. Soltera desde hacía tres años, nadie la miraba en el metro ni en el trabajo, los sábados por la noche los pasaba muerta de aburrimiento en casa… “Me hizo pensar que la soledad es creerse invisible, como un fantasma, situación de la que uno sale el día que alguien te dice ‘te quiero’. El problema es que todo está en las apariencias, pregúntale a alguno de tus amigos por la mujer de sus sueños y ya verás cómo te salen con una descripción puramente física”. La C, base de su última novela, Las cosas que no nos dijimos, parte del recuerdo de una tarde en que llevó a su hijo al circo. “Cuando el payaso entró en el foso, los únicos ojos que no estaban puestos en él eran los míos. Me concentraba en estudiar las expresiones de asombro de la concurrencia, niños y adultos compartían el mismo arrobamiento, ninguno de ellos era capaz de ver a la persona, sólo al payaso. Al plantearme cómo un padre que había desatendido a su hija toda la vida podría acercarse a ella, concluí que nada mejor que colocarse la máscara del clown, que en mi caso cambié por la del androide”.
La lección de las víctimas
Hemos dejado la B para el final porque es la nave nodriza del asunto y explica en parte a sus predecesoras. Lévy fue el lloroso chaval que, tras la epifánica proyección del film Pan y chocolate de Franco Bursati, notó cómo su existencia adquiría una dirección: tender una mano al prójimo. En la Cruz Roja formó parte de lo que se conocía como unidad de desencarcelamiento, cuyo cometido era extraer a personas de automóviles reducidos a chatarra, viviendas demolidas… Más tarde, fue promocionado a coordinador de voluntarios de una extensa área de París. “Me enseñó a trabajar en equipo, a ser humilde, a entender la precariedad de la vida y que no hay recompensa mayor que darse a los demás. La ayuda humanitaria, especialmente cuando eres un joven confundido, te otorga una identidad”.
Tan loable ejercicio altruista esculpiría el carácter samaritano de Marc Lévy, que muchos años después diseminaría por sus almibaradas novelas. “Todas las lecciones que me brindaron las víctimas y los compañeros están de alguna manera en mis libros, pues me otorgaron una serie de valores por los que siempre he procurado regirme”.
La belleza del mundo
Abundarán los que juzguen disparatadas sus tramas y risibles sus personajes considerando que, en general, sus libros deberían prohibirse a los que tengan un alto índice de insulina en la sangre. Pero, contra sus detractores, Lévy puede ondear sus diecisiete millones de libros vendidos en 41 idiomas (lo que esto dice sobre la raza humana queda al criterio de cada cual). En consecuencia, la posible cualidad denigrante de la etiqueta de autor romántico no le despeina ni un pelo de sus cejas. “No es lo peor que pueden decir de uno y si me ofendiese tendría un problema con mi ego. Me parece que hoy en día resulta infinitamente más original ser romántico que ser cínico. En los años 1980 y 1990 esto último era sinónimo de inteligente, cuando a mí siempre me ha parecido una prueba de debilidad. Resulta mucho más complejo mostrar la belleza del mundo que la fealdad, y además requiere de una gran sensibilidad”.
Astucia y efectos especiales
Marc Lévy puede sonar a ratos a un iluminado y otras a un intachable benefactor de los terrícolas, pero no puede negársele astucia y talento para adelantarse a los deseos de la gente. A principios de los años 1980 cofundó en Estados Unidos dos compañías de animación gráfica por ordenador, cuando los videojuegos y los efectos especiales tenían todo su potencial por explotar. En la década siguiente se asoció con dos amigos para fundar una prestigiosa firma de arquitectos y diseñadores de interiores que fue pionera en Europa en la creación de entornos laborales agradables y relajantes para los empleados.
El asombro del periodista
Escribir novelas unidas por “personajes que deben lidiar con asuntos que en principio los superan, pero cuya resolución final los hará más fuertes”, puede interpretarse como una tecla más a tocar en su concepción del mundo como un piano arrinconado que sus dedos deben afinar. Su principio rector se acerca a algo tan tierno como que todos llevamos a un niño dentro con ganas de soñar, pero al escucharle uno sospecha que el escritor ha desarrollado un preocupante mecanismo por el que descifra la vida en forma de esas mismas metáforas y fábulas que luego traslada a sus libros. De aquí su propensión a lanzar topicazos que lleven al periodista a reprimir la expresión de asombro ante sus habilidades. Opciones: A) “Mientras un amigo me tomaba una foto para The Daily News, me dio un consejo para luchar contra la vanidad: ‘Piensa que al día siguiente de su publicación, alguien envolverá pescado con tu imagen’”. B) “Mi mayor aspiración en la vida no es dejar huella como un buen escritor, sino que mi hijo me recuerde como un gran padre”. C) “Cada vida encierra un libro maravilloso”. De nuevo, A, B y C son todas respuestas correctas.
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