Esta entrevista de Amélie Nothomb pertenece al diario El País. Allí habla de su primer libro que trata sobre el amor Ni d'Ève, ni d'Adam, 2007 (Ni de Eva ni de Adán, Anagrama, 2009), la anorexia, política y su forma de ver el mundo literario.

Me sorprende que haya escrito usted un libro de amor: De Adán y de Eva (Ed. Anagrama) . Ya. ¡Qué raro! ¿No?

Aunque también trata sobre malentendidos. Errores de traducción que marcan. Pues sí. Yo es que creo que cada historia de amor es un malentendido. Y cuando se trata de una historia entre personas de diferentes culturas, el malentendido todavía es peor. Pero es más honesto. Porque lo sabes desde el principio. Cuando una belga se enamora de un español, no piensas que se pueden dar esas confusiones. Más o menos sabes lo que te puede pasar, y si te sorprendes, pues resulta más raro.

Raro, pero lo otro es más excitante. ¿El desconocimiento cultural da morbo? Eso es una maravilla. Entre un chico japonés y una belga, se da por supuesto que existe esa barrera. No lo descubres. Lo sabes.

Cuando habla de una belga, ¿se refiere a usted? ¿De dónde se siente? Ah, bueno. Eeeehhhh.

Se lo pregunto porque no sabemos muy bien de dónde es Amélie Nothomb. Finalmente, después de muchos años, creo que soy belga. ¿Qué significa ser belga? Pues no ser de ningún sitio, no tener una identidad clara, definida. Al menos me he dado cuenta de que no soy japonesa, algo que no tenía claro antes de que me pasara lo que cuento en este libro.

Ya, porque al regresar a Japón con poco más de 20 años, usted se sentía japonesa. Pero al volver a salir sabía que no lo era. Me di cuenta. Podía creerlo. Pero ahora incluso sé que yo era entonces ya belga, aunque no fuera consciente porque mi identidad era algo muy vago, y eso es completamente belga. Me da la sensación de que es algo que no ocurre con los españoles o los franceses. No sé.

Es que, al tiempo que éste es un libro sobre el amor, también trata sobre la identidad. Como todos los míos. Yo escribo sobre la identidad. Pero es que una de las claves del amor es la búsqueda de la identidad. De la identidad propia y de la de la persona que amas. Nunca encuentras la identidad de nadie si no lo conoces a fondo, y la mejor manera de conocer a alguien profundamente es mediante el amor.

Desde luego. ¿Y no puede existir una identidad mucho más plena en la búsqueda del amor que en el sentimiento de pertenencia a un país o a una región? Bueno, es fácil hablar de estas cosas cuando han acabado. Mientras lo estás viviendo, ni te lo planteas.

Ni te viene a la mente. Nadie filosofa sobre la identidad cuando está en una nube amorosa. Hay cosas mucho más importantes. ¡Por supuesto! Ni sabes qué pasa. No piensas en nada. Sientes. Sólo quieres sentir.

Hay algo que puede parecer extraño. La mezcla del amor con el sentimiento de los samuráis. Es que, en el mundo de los samuráis, el amor es un asunto crucial.

¿Así que amar supone también ir a la guerra? Puede ser muchas cosas. Pero al leer el código samurái del siglo XVII te das cuenta de que trata sobre el amor. Dicen que deben amarse entre ellos, aunque no decirlo nunca, eso sería obsceno para ellos. Ridículo. También debes amar a quien matas. Mira que son raros los japoneses, por eso me fascinan tanto. En mi caso, cuando Rinri (el protagonista junto a la propia Nothomb) me dice que le dé el abrazo del samurái, creo que es lo que convierte esta historia en algo diferente. Una historia bella.

Y verdadera. ¿Completamente autobiográfica? Al cien por cien.

¿Se va desnudando ante sus lectores poco a poco? En este libro se cuentan tantas cosas como se callan. Hay autores que se desnudan mucho más. Yo creo que hay límites y nunca los traspaso.

Este libro, en manos de Michel Houellebecq, hubiese sido otra cosa. O escrito por Catherine Millet.

Así que vamos descubriendo a Amélie poco a poco. ¿Y ella? ¿También se va descubriendo mientras escribe? Por supuesto. Como decía Virginia Woolf, nada ocurre hasta que no lo escribes”. Suscribo esta frase completamente. A veces me sorprendo a mí misma en lo que sale sobre el papel. ¡Dios mío! ¿Ésta soy yo? Las palabras son el espejo. Con la diferencia de que cuando te miras en uno real, a veces te encuentras horrible, pero sobre el papel, nunca. Es algo fresco. No resulta ni narcisista ni espantoso, es muy auténtico. Así que finalmente soy como he descrito aquí, y no es tan malo.

¿La escritura es un acto reflejo y reflectante, entonces? Ambas cosas.

Escribe cosas autobiográficas y de fenómenos socialmente extraños que nos rodean. ¿Cuándo sufre más? Depende. Es difícil escribir. No quiero decir con eso que sea doloroso. Me refiero a que es intenso. Pero me gusta así. Si fuera sencillo, fácil, no lo disfrutaría.

¿Y para hacerlo todavía más difícil de lo que es se levanta usted a las cuatro de la mañana para escribir? ¿Equipara la dureza del oficio a la de una disciplina rígida? Bueno, eso cuesta. Sobre todo en invierno. Pero no es que necesite endurecerlo todavía más, es que lo que no es difícil no merece la pena. Como el amor. Cuando es fácil, aburre.

Además, escribe más de lo que publica. Me interesa lo que tiene guardado bajo llave. ¿Qué es? ¿En qué se diferencia con lo que conocemos sus lectores? No es para tanto. No se engañe. Sencillamente me reservo el derecho de no sacarlo a la luz.

¿Pero qué son? ¿Novelas? ¿Poemas? ¿Rarezas? Son historias como las demás. Pero no quiere decir que no me gusten más. Simplemente, que no me apetece compartirlas. Como pasa con algunos hijos, no quieres compartirlos con todo el mundo, pero eso no significa que no los quieras.

¿Cuántos ha parido hasta la fecha? Llevo 65 y he publicado unos 17 o así. No sé, me confundo.

No hay duda de que quiere usted ser madame Simenon, como su compatriota, que hizo casi 200 novelas. Quizá sea una manía belga. Un tío raro, Simenon. Deseaba mucho la fama, pero si te acercas, te da miedo.

Amélie también inquieta. No sé… No sé si yo doy miedo.

Es cosa de los belgas. Quizá. La gente cree que los belgas somos afables, amables, buena gente. Pero si te acercas, encuentras a Marc Dutroux, ¿se acuerda? Y otros tantos monstruos. Muchos fingen ser buenos y dan miedo, están llenos de secretos sucios. Lo creo y lo sé.

Seguimos, como ve, dándole vueltas a la identidad. La patria de un escritor es la lengua. Así que usted también es francesa. ¿Le gusta? Además es el país donde tiene más éxito. Cierto. Gracias a ese éxito, Francia es también mi hogar. Más dedicándome a la literatura. En Bélgica no es gran cosa. Pero en Francia… ya sabe. La literatura. La escritora. Es como ser un Dios.

La pobre y rara Amélie. Sí, bueno, no me ven como algo raro; se alegran, pero no le dan más importancia a lo mío que a un futbolista.

¿La sospecha de que era usted belga empezó quizá con su adicción al chocolate? Más o menos. Pero también estando fuera de Bélgica. Cuando vivía en Japón y en Francia. Ya se sabe que es el otro quien nos revela la verdad. En Francia me he dado mucha cuenta de eso. Tan cerca y tan diferente.



¿Cómo son los franceses?
Se pelean siempre por tener razón. Eso me da mucho miedo. Muchas veces cuando estoy en una cena y todos discuten por imponer su opinión me entra angustia cuando compruebo que a veces no tengo ninguna. También son muy intelectuales. En Bélgica no somos así, como los franceses, que opinan tantas cosas al tiempo cuando yo apenas tengo una solamente. Los debates se endurecen siempre con el tema de la comida.

Eso es religión. Sí. También están empeñados en seducir a quien tienen al lado, en Bélgica no nos preocupamos de eso. Con los franceses, al principio sentía que estaban todos enamorados de mí al sacar un libro y me equivocaba completamente. Sólo quieren seducirte.

Así que, en lugar de leerla, lo que querían era acostarse con usted. No, no sólo era una cosa sexual. Les pasa a la hora de conversar. Quieren seducirte hablando.

Es que en España la seducción siempre suele llevar a lo otro. Somos muy básicos. En Francia no. Se puede dar el caso, pero no siempre. Pretenden que por lo menos te enamores de su cerebro.

¿Hacer el amor con la cabeza? Eso. Sentir que pasa algo, que puede llegar a pasar algo.

¿Después de un orgasmo intelectual previo? Más o menos. En Bélgica no pasa eso. Me parece fascinante. Por eso creo que me he enamorado de un francés. Bélgica es buena para descansar, en Francia vivo emociones más fuertes. Allí busco la paz belga, y cuando quiero guerra, vengo a París.






JESÚS RUIZ MANTILLA 01/03/2009 El País





2 comentarios:

LadyMarian

"Pero es que una de las claves del amor es la búsqueda de la identidad. De la identidad propia y de la de la persona que amas. Nunca encuentras la identidad de nadie si no lo conoces a fondo, y la mejor manera de conocer a alguien profundamente es mediante el amor." Y yo agregaría que a veces, desgraciadamente, con el divoricio. jajaja!

Además,de esta entrevista he sacado la conclusión de que tengo que ir a Francia a buscar pareja. jajajaja!!

Con respecto a la frase "nada ocurre hasta que no lo escribes", yo diría que nada ocurre hasta que se lo pasa a la palabra, escrita o hablada. No es lo mismo pensar que expresar lo que se piensa, en forma verbal o escrita.

Buenísimo el post! Una entrevista excelente! Los dos, entrevistador y entrevistado.

Besos

Lujo

@LadyMarian Holaaa,
Nothomb es una señora muyyyyy rarita. Justamente por ese motivo tiene ese estilo que hace que venda tanto...
Lo que diga ponlo en cuarentena, aunque tenga las ideas muyyyy claritas.
Abrazotessssss!

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