- LA VIDA PRIVADA DE LOS PRÍNCIPES
Pocos periodistas han tenido tanto acceso al círculo personal de los Príncipes como Carmen Enríquez y Emilio Oliva, ambos corresponsales ante la Casa Real durante años. En su próximo libro, «Los Príncipes, preparados para reinar», los dos autores nos acercan como nunca antes la figura de los que están destinados a ser reyes de España. Les adelantamos los extractos más significativos.
La primera planta es el espacio dedicado a la vida familiar. Desde los ventanales del dormitorio de los Príncipes, que incluye dos vestidores el de ella, enorme y con todos los trajes etiquetados con la fecha en que los ha usado por última vez, dos cuartos de baño y una sala de estar con chimenea, ellos pueden observar el tiempo que hace mientras se preparan para iniciar una nueva jornada. Muy cerca de ellos, los dormitorios infantiles, con sus respectivos baños y un cuarto de juegos. Desde que se casaron, los Príncipes habitan en esta vivienda de tres plantas y 1.770 metros cuadrados. No tiene aspecto de palacio, sino más bien el de un chalé de estilo rústico con piscina. El garaje tiene capacidad para ocho vehículos. Su coste alcanzó los 4,23 millones de euros, a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. Para la pareja, la primera planta es un sanctasanctórum al que sólo tienen acceso sus familias y amigos íntimos. La planta baja del pabellón está reservada a las tareas oficiales.
El día a día de las infantas
Despertar a las niñas es uno de los grandes momentos del día. Leonor, la mayor, es sociable y extrovertida y muestra poca timidez ante las cámaras. Habla por los codos y es muy espabilada. Según su padre, no tiene pánico escénico cuando se enfrenta con una nube de fotógrafos. Sofía es más tímida. Tiene mucho carácter y es un poco como un tanque que arrolla cuando quiere algo. Los Príncipes comparten todo el tiempo que pueden con sus hijas, procuran acompañarlas a la hora del baño o de las comidas. Juegan con ellas, les leen cuentos, supervisan su dieta. Son unos padrazos. Doña Letizia se dedicó por entero al cuidado de sus hijas en los meses posteriores al nacimiento de ambas y decidió darles el pecho.
Casi todos los días, a las nueve y veinticinco, el Príncipe Felipe aparece en los accesos del colegio Santa María de los Rosales con su hija mayor, a la que acompaña hasta la entrada. Cuando llegó Leonor por primera vez, las clases se ordenaron por orden alfabético para evitar que algunos papás trataran de presionar para que sus niños fueran a la misma clase que la Infanta. El colegio (privado y laico) cuesta unos 10.000 euros al año. Algunos compañeros llaman a Leonor «la niña que sale en las revistas». De hecho, uno de sus compis le preguntó meses después de empezar las clases: «Oye, ¿tú por qué sales en las revistas que tiene mi abuela? ». Y ella contestó con desparpajo: «Porque vivo en la casa de un príncipe».
Por las tardes es la Princesa la que suele ir a recoger a Leonor. Normalmente va vestida de manera informal, con vaqueros, bailarinas y el pelo recogido en una coleta. Tanto Doña Letizia como Don Felipe tienen muy buena relación con los otros padres y asisten, siempre que pueden, a los cumpleaños. A raíz de que se hicieran unas fotos de Leonor saliendo de una fiesta infantil en Pozuelo, la Princesa escribió al colegio para pedir que se enviaran las invitaciones lo más tarde posible y mantener así una mayor discreción. La preocupación de Doña Letizia por su hija es constante, hasta el punto de que llamó a la madre de una de las amiguitas de la Infanta para preguntarle si sabía qué pasaba entre ellas, ya que Leonor había comentado que la pequeña estaba enfadada con ella. En otra ocasión, la hija de los Príncipes riñó con otro niño y en un descuido le mordió. Y cuando el otro fue a devolverle el mordisco, una persona de seguridad encargada de vigilar a la Infanta no le dejó hacerlo. Eran cosas de niños, pero su celo pudo más.
La jornada laboral es larga y complicada en el Palacio de la Zarzuela. Para Don Felipe y Doña Letizia, el hecho de vivir en el mismo lugar en el que trabajan, con el sistema de la casa-cuartel de lujo que es el complejo de la Zarzuela, hace que el número de horas que dedican a la «profesión» sea mayor. Los números cantan. En 2009, el Príncipe llevó a cabo 243 actividades oficiales, concedió 120 audiencias, en las que recibió a 1.119 personas. Durante ese año realizó cinco visitas oficiales al extranjero. Estos viajes los efectuó acompañado por Doña Letizia. La Princesa Letizia estuvo presente en 213 actividades oficiales, concedió 19 audiencias propias y acompañó a su marido en otras 42. Como es su norma, para cada una de estas actividades ellos toman parte en su preparación, estudian dossieres, repasan discursos o planean agendas con su equipo de trabajo. |
- El perfeccionismo de Doña Letizia
Doña Letizia está pendiente del más mínimo detalle. Un defecto que se le achaca es su preocupación, incluso a veces obsesión, por lo que se escribe sobre ella. Todo lo que opinan de ella, que adquiere en ocasiones tintes muy duros, le preocupa. El propio Príncipe le ha aconsejado que no esté pendiente de lo que él califica «información de alcantarilla». «Hay que caminar por las aceras y no por las cloacas», le ha repetido decenas de veces Don Felipe. Pero a la Princesa no sólo le preocupa lo que los medios cuentan de ella, sino que su interés se centra en el mundo de la información. Los periodistas sólo hablan de periodismo, como bien saben y padecen sus abnegados cónyuges. En las cenas que se organizan desde la propia secretaría de los Príncipes, el tema de conversación de la Princesa siempre gira en torno a la información y la actualidad. Mientras tanto, el Príncipe, su esposo, intenta en vano meter baza sobre asuntos relacionados con las relaciones internacionales, la situación mundial o temas más generales.
Hay quien considera el perfeccionismo de Doña Letizia un rasgo negativo. «En algunos momentos se nota que está pendiente de lo que van a contar al día siguiente de ella, sobre lo que está hablando, de cómo va vestida. Eso le crea una tensión que es palpable y a esa tensión creo que se debe que esté tan delgada», comenta la periodista Rosa Bollarín. La Princesa trata de demostrar que come mucho. Y realmente es así. Cuenta Bollarín: «Cuando le dieron el Garbanzo de Plata [premio que concede un club de prensa madrileño], pasó por todas las mesas a saludar, pero lo primero que hizo es decir que se había tomado dos trozos de tocino, que había repetido garbanzos, como para demostrar que no es anoréxica. Ya sabemos que no lo es, simplemente está muy delgada, igual que el resto de su familia, pero dice eso porque sabe que la gente va a estar pendiente de si come o no come».
En este momento ya se puede aplicar a Doña Letizia lo mismo que se ha dicho siempre para la Reina, que «es muy profesional». Ese afán por hacer las cosas bien quizá es una de las cosas que la propia Reina aprecia en su nuera. «Letizia es muy, muy inteligente y sabe perfectamente lo que tiene que hacer», declaró. «No obstante, críticas sobre la Princesa las hay y las habrá. Aquí, nadie perdona que pases de Valdebernardo a El Pardo», afirma una persona muy relacionada durante años con la Casa del Rey que prefiere no revelar su identidad. «En España gusta machacar al que triunfa socialmente. Se puede perdonar el triunfo económico, pero no el social. De pobre a rico, sí; pero de plebeyo a conde, no, nunca. Ella es culta, no ha cometido torpezas y quienes trabajan con ella coinciden en que es amable y profesional. Ha adquirido soltura. Nadie puede decir que no haya cumplido como Princesa de Asturias. Ser reina es difícil, pero la Princesa ha hecho milagros en cinco años.»
Doña Letizia también marca estilo a la hora de vestir, a su pesar... No busca ser un referente. Lo que le importa es ir bien, de acuerdo con su posición. Pero no le agrada que lo que más llame la atención sea si está más o menos favorecida. La realidad es que Letizia Ortiz se convirtió en icono desde el mismo día de la petición de mano, en que apareció con un traje, de Giorgio Armani, que fue imitado enseguida y del que se vendieron miles de réplicas. El debut se produjo en Copenhage. El Príncipe Felipe y su prometida acudieron a la boda del príncipe Federico. Ella llegó a la catedral vestida con un espectacular traje rojo de Lorenzo Caprile, que no ha vuelto a usar porque considera que levantó demasiados comentarios. Doña Letizia prefiere el beis, los amarillos y los tonos neutros. El Príncipe, lo clásico. Viste ropa hecha a medida, entre otras cosas por su altura. Su sastre habitual es Jaime Gallo, que no admite, por discreción, que Don Felipe sea uno de sus clientes. Fuera de los actos oficiales, al Príncipe le gusta llevar vaqueros o «chinos», jerséis de cuello vuelto en invierno y polos en verano. En los últimos tiempos suele llevar la corbata entonada con el color del vestido de Doña Letizia. Un guiño que se puede interpretar como un signo más de que entre la pareja hay buena sintonía. La apreciación de que los Príncipes son felices y existe una espléndida relación entre ellos es algo que salta a la vista cuando se los observa de cerca. Existe entre ellos una gran complicidad. «Ella ha sido una especie de talismán para Don Felipe. Doña Letizia lo ha ayudado mucho. Desde que se enamoró de ella, él es otro Príncipe. Cuando lo he visto en actos y recepciones, él ha estado más alegre, más dispuesto a hablar con todo el mundo. Es como si hubiera entrado un aire puro, un aire limpio, distinto, a la Casa», comenta el experto en protocolo Pablo Batlle. |
«Sólo me casaré por amor. No me siento obligado en absoluto a casarme con una princesa.» Fue una afirmación tan categórica que dejó boquiabiertos a los periodistas que acompañaban a un jovencísimo Príncipe Felipe en un viaje oficial a Australia y Nueva Zelanda. El heredero de la Corona, que tenía entonces 22 años, quería dejar las cosas claras. Y añadió, con el sentido de humor que lo caracteriza cuando no se lo impide la rigidez del protocolo: «No es que rechace de plano esa posibilidad, pero la considero bastante difícil, ya que el «mercado de princesas es muy limitado, tan sólo podría elegir entre diez o doce candidatas». Por cierto, que el sentido de humor de Don Felipe es sutil, menos socarrón que el del Rey, pero con retranca. En cierta ocasión, el príncipe heredero saudí lo invitó a su jaima en medio del desierto para mostrarle sus cuadras. Ambos brindaron por el futuro con dos vasos de leche de camella, algo que levantó un cierto murmullo entre los periodistas que lo seguían. Don Felipe pidió al príncipe árabe que, por favor, tuviera a bien ampliar la invitación a los periodistas españoles para poder brindar también con ellos, deseo que se ejecutó para martirio de los más escrupulosos.
Don Felipe, obstinado, fue fiel consigo mismo y se casó por amor 14 años después de aquella declaración solemne y juvenil. Antes de comprometerse con Doña Letizia, Don Felipe rompió una relación con la modelo noruega Eva Sannum. El profesor Gregorio Peces-Barba tomó parte en el desarrollo de aquella ruptura. «En una ocasión, el Rey me dijo: «Hombre, Gregorio, tú que le tomaste juramento mira a ver si lo convences, que yo no puedo hablar con él, hablamos casi por correo electrónico, está empeñado con esta chica noruega, Eva Sannum». A los pocos días, me llaman de la secretaría del Príncipe para pedirme que fuera a hablar con él, y fui. Ya al principio de la entrevista tuvo un primer cambio, él por primera vez me trató de tú. Estuvimos hablando durante un rato largo de la Constitución y me di cuenta de que tenía muy buen conocimiento de ella. Y luego, de esa forma un poco parecida a su padre, me dijo: «Bueno, y de lo mío en la Constitución, ¿qué hay? ». Le dije entonces: «¿Y qué es lo suyo, señor? ».«Hombre, yo estoy con esta chica... ¿y tú qué opinas de eso?, me respondió bromeando. «Pues la tiene usted en casa, señor, es la Reina». Entonces se quedó pensativo y luego cambiamos de tema. El Rey me preguntó más tarde: «¿Qué, has podido convencerlo? ». «No lo sé», le dije. Luego, la verdad es que parece que sí, que se decidió... Aunque lo cierto era que para entonces el Rey estaba dispuesto a tirar la toalla.»
Y es que el Príncipe tiene muy interiorizada su responsabilidad institucional. A la académica Carmen Iglesias, que fue su preceptora, se le han quedado grabados detalles significativos de su personalidad. La forma directa de mirar a los ojos, el perfecto orden con que alinea sus bolígrafos, plumas o lapiceros en su mesa de trabajo, el problema de comunicación que a veces le origina su estatura, o su amor por los animales, escenificado en su perro Pushkin, un schnauzer que formó parte de su vida juvenil. Eran inseparables. Cuando el Príncipe estaba a punto de marcharse a EE.UU. para estudiar en Georgetown, el perro empezó a tener problemas de desajustes, intuyendo quizá la inminente separación. En dos o tres ocasiones devolvió. Don Felipe no llamó a alguien para que lo recogiera, sino que lo hizo él. «Éstas son cosas que tiene que hacer uno mismo», le explicó a Iglesias.
La pareja no comparte el amor a los perros. Al Príncipe le encantan, siempre ha tenido uno o dos. Cada miembro de la Familia Real tiene sus propios ejemplares caninos, de cuyo cuidado se responsabilizan y a los que les gusta tener en sus habitaciones, dejándoles incluso a veces que duerman cerca de ellos. A la Princesa Letizia tener perros dentro de casa es algo que no le entusiasma. Así que el pequeño schnauzer negro que ahora tiene Don Felipe, hijo de su querido Pushkin, ha tenido que salir del hogar de los Asturias en aras de la armonía familiar. Ahora, los perros están en el jardín o en el espacio dedicado a los incontables ejemplares de la Reina Sofía y del resto de la familia, bautizado por el desaparecido Sabino Fernández Campo como dirección general de asuntos caninos. Pero no entran en casa ni de broma. ¿Qué pasa con los amigos cuando una pareja se casa y proviene de ambientes muy distintos? Don Felipe y Doña Letizia han alcanzado una entente cordial y ponen en práctica aquel dicho de «los amigos de mis amigos son mis amigos». Cada uno de ellos mantiene muchas de sus antiguas amistades, pero las han convertido en amigos comunes. Y así han formado su círculo de íntimos. Los amigos que ha aportado la Princesa proceden de los medios de comunicación. Sonsoles Ónega, Inma Aguilar, Juan Seoane, María Oña, Álex Grijelmo y Pepa Fernández, Lorenzo Milá y su mujer, Sagrario Ruiz de Apodaca, así como el que fue su jefe, Alfredo Urdazi, son algunos. Por parte de Don Felipe hay que añadir sus amigos de soltero, algunos de ellos compañeros del colegio, como Álvaro Fuster y Javier López Madrid, sus primos los hijos del rey Simeón de Bulgaria, sus también primos Pablo y Nicolás de Grecia, el regatista Fernando León y extranjeros como Christopher Dennis, al que conoció en el Lakefield College, o Christopher von Reiche, compañero en el máster de Georgetown. La mayoría, matrimonios jóvenes o solteros ya recalcitrantes. Acuden con frecuencia a su residencia. Los Príncipes también van a las casas de sus amigos o salen a restaurantes a cenar y luego van a tomar una copa juntos a algún local de moda de la capital madrileña. La presencia del servicio de seguridad en esas salidas incomoda todavía un poco a la Princesa, mientras que el Príncipe se comporta como si los guardaespaldas no estuvieran. |
También comparten muchas aficiones. Cada semana se escapan de la Zarzuela para ir al cine. Consultan los estrenos y leen las críticas. Les gusta ver las películas en versión original. Hacen cola y pagan sus entradas en la taquilla. Y compran palomitas, aunque la Princesa le objeta al Príncipe que hace demasiado ruido al cogerlas del paquete y comerlas. La lectura también los une y los dos son bailones. A Doña Letizia le chifla el tango y lo baila con soltura. En cuestiones musicales, el heredero ha salido más al padre que a la madre. Le gusta Bach, pero es más de Van Morrison, Springsteen o Alejandro Sanz.
En fin, los Príncipes forman una pareja moderna, enamorada y responsable. El historiador Ricardo Mateos recoge una frase que el rey Constantino I de Grecia, bisabuelo de Don Felipe, dejó escrita en sus memorias: «Espero que siempre se esfuercen en conseguir ser perdonados por ser príncipes». No estamos seguros de que el Príncipe Felipe, siguiendo el consejo de su antepasado, quiera hacerse perdonar nada, pero lo que sí es cierto es que desde que comenzó su formación viene esforzándose en ese interminable máster que realiza para llegar a asumir con solvencia el título de Rey de España que la historia le tiene reservado.
Pdf de las primeras páginas del libro
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