Recurrir por parte de autores, editoriales y celebridades a los servicios de escritores fantasma o negros literarios es una práctica que forma parte de la industria editorial desde sus inicios.
Con la profesionalización moderna del escritor, y su constitución en autor tal y como hoy lo conocemos, nació la figura de negro literario.
En el ensayo Escribir en colaboración. Historias de dúos de escritores (editado por Beatriz Viterbo), los ensayistas Michel Lafon y Benoit Peeters analizan la creación a cuatro manos.
El libro recoge historias de colaboraciones creativas documentando algunos de esos casos:
- Alexandre Dumas y Auguste Maquet
Maquet dedicaba largas jornadas laborales, (12-14 horas), a hilvanar argumentos y estructuras para que Dumas hiciera las correcciones y trabajara los detalles.
En esa mecánica de producción Dumas presionaba a Maquet a través de esquelas: "Es culpa suya, mi querido amigo, si no vamos más rápido; desde ayer a las nueve que estoy cruzado de brazos".
El éxito de Dumas, y su prolífica obra se debió a su cercano Maquet y "otros" colaboradores.
Una prueba de la exasperación que provocaba este hecho en círculos literarios es el panfleto que publicó Eugène de Mirecourt titulado:
Fábrica de novelas, Casa Alejandro Dumas y Compañía: " Rascad la obra del señor Dumas, y encontraréis al negro (...) Contrata a tránsfugas de la inteligencia, a traductores a sueldo, que se rebajan a la condición de negros trabajando bajo el látigo de un mulato".
Pese a lo que podría pensarse, Maquet y Dumas tenían una estrecha amistad, y ni siquiera después que Dumas incumpliera acuerdos y pagos comprometidos -lo que llevó a una crisis temporal en la relación y a un proceso judicial- Maquet dejó de admirarlo: "Lo proclamo uno de los más brillantes espíritus entre los ilustres y el mejor quizás entre los hombres de buena voluntad", decía de él cuando terminó la colaboración entre ambos.
■ Con el paso del tiempo se han revelado colaboraciones ocultas como:
quien contrató al bohemio andaluz en 1905 para que escribiese un artículo que publicaría el diario La Nación -y él firmaría con su nombre-, por el que finalmente no pagó la remuneración acordada. Sawa escribiría después una carta al nicaragüense en la que cambiaba su condición de amigo por la de acreedor.
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