La Vanguardia en uno de sus suplementos habla de
las humanidades en la era 2.0. Laura Borràs, profesora de Literatura de la Universitat de Barcelona, investigadora sobre tecnologías digitales y defensora de las Humanidades digitales, aportó una serie de opiniones interesantes:
1. «Parece que las Humanidades entren dentro de la categoría de lo inútil y por eso es frecuente preguntar para qué sirven; si su utilidad la medimos en términos de rendimiento económico o de aplicabilidad, la respuesta quizá sea para nada; pero si pensamos en sus beneficios en términos de valores, de conocimientos, de la información que nos dan y cómo nos ayudan a pensar, sí que sirve»
2. «Leer Lolita o La Ilíada no tiene una aplicación práctica ni te hace mejor persona, pero sí te amplía en tus parámetros; la literatura te ayuda a mejorar el bagaje lingüístico, a desarrollar tu discurso, a saber argumentar las ideas», afirma. Y subraya que igual que se tiene claro que aprender matemáticas es útil para todos, independientemente de a qué se vayan a dedicar, lo mismo ocurre con la literatura, la filosofía o las Humanidades en general. «Hace falta conocer el pasado, leer y comprender lo que lees, reflexionar sobre las contradicciones humanas, para desarrollar el juicio crítico o la empatía, y esta sirve tanto al ingeniero como al médico», dice. Y llama la atención sobre la hipocresía que supone no apoyar las Humanidades porque no sirven para nada desde el punto de vista económico y luego reivindicar que la lectura es importante.
3. Indica que la proliferación de equipos multidisciplinares en muchos ámbitos laborales está creando nuevas oportunidades de empleo para quienes estudian humanidades. «Con las herramientas digitales las humanidades pueden repensarse y encontrar salidas; para diseñar una aplicación literaria para el iPad hacen falta diseñadores gráficos, pero también literatos, documentalistas, músicos...», señala.
Y añade que ya se habla de neuroarte, de neurohistoria y, en general, de neurohumanidades, para referirse a los trabajos que analizan, por ejemplo, qué procesos cognitivos se activan al leer o qué lado de la cara se nos muestra en las pinturas de una determinada época histórica para saber si el referente de entonces era el hemisferio cerebral derecho o el izquierdo. «Para realizar e interpretar esas investigaciones se requieren neurólogos, psiquiatras, profesores de filosofía, de historia, de arte...», comenta Borràs.
Lo mismo ocurre con las denominadas biohumanidades, que tienen que ver, por ejemplo, con los procesos de implante de prótesis en el ser humano. «Una operación de reducción de estómago exige un cirujano, pero también la intervención de psicólogos o filósofos que ayuden a la persona a adaptarse a una nueva forma de vivir», ejemplifica. Mayor desarrollo han alcanzado ya las geohumanidades. Su práctica más frecuente es la vinculación de conocimientos literarios, artísticos o históricos a una ruta con el soporte de un GPS. Laura Borràs cree que esta aplicación de las humanidades a otras disciplinas debería acabar con su etiqueta de inútiles por falta de rentabilidad, puesto que tras ellas hay un rendimiento económico.
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