« Reivindico la condición de clásico para textos que siempre nos aportan cosas, nuevas informaciones, nuevas lecturas, nuevas interpretaciones. Por encima de cualquier consideración histórica también existe apelar al lado emocional de la literatura: los clásicos contribuyen al crecimiento de nuestro yo interior y nos enseñan a escucharnos e identificar su valor estético.
Los clásicos sirven para entender quienes somos y son libros que de alguna manera nos modifican, nos hacen diferentes de como éramos antes de haberlos leído. Ahora bien, vaya por delante que esta modificación no se ha de leer en términos morales. Es decir, que estas obras no nos hacen necesariamente mejor o peores personas, ya que algunos clásicos no representan ningún catálogo de virtudes ni son ninguna guía de normas para la justicia social.
Tenemos ejemplos elocuentes como: La Iliada exalta la guerra, Lolita está protagonizada por un pederasta, y las obras de Shakespeare están llenas de asesinos. A partir de estos hechos la conclusión de Bloom es demoledora: la estética es antes un asunto individual que social y leer al servicio de cualquier ideología es lo mismo que no leer. »
Tenemos ejemplos elocuentes como: La Iliada exalta la guerra, Lolita está protagonizada por un pederasta, y las obras de Shakespeare están llenas de asesinos. A partir de estos hechos la conclusión de Bloom es demoledora: la estética es antes un asunto individual que social y leer al servicio de cualquier ideología es lo mismo que no leer. »
Laura Borràs Per què llegir els clàssics avui (Ara llibres)