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29 nov 2012

Cómo se escribe una novela por Jonathan Franzen


El novelista Jonathan Franzen (Chicago, 1959) autor de Las Correcciones (2001), libro del que se han vendido 2,8 millones de ejemplares en todo el mundo, Libertad (2011) y el reciente volumen de ensayos, Más afuera (Salamandra, 2012)  habló en la la inauguración del Salón Literario de la 26 edición de la Feria Internacional del Libro sobre la construcción de la novela, la creación de personajes, los efectos de las nuevas tecnologías, la política de EE UU y las relaciones entre el escritor y sus lectores.

Abriendo con ”cuanto más hable de cómo se escribe una novela menos respeto van a tener ustedes por los novelistas”—, Franzen siguió con:


La novela: “No fue hasta la tercera edición, que Daniel Defoe admitió que se había inventado a Robinson Crusoe y eso fue lo que hizo que la novela alzara el vuelo, que funcionase la conexión entre el escritor y el lector, cuando este sabiendo que el personaje era ficticio pudo identificarse con él. La novela consiste en la conexión en el tiempo y en el espacio entre el escritor y el lector a través de personajes inventados, y para hacer eso el autor tiene que amar a sus personajes”.
Los personajes: “Un novelista se proyecta a sí mismo en fragmentos y crea personajes. Y yo tengo más personalidades de las que necesito. Muchos están basados en mi madre, en mi familia y en mis amigos más cercanos. Otros proceden de gente que conocí y luego no volví a ver jamás o de alguien que tenía una voz que me impresionó”.
Los lectores: “No quiero excluir a ningún tipo de lector y tampoco a los conservadores. Es importante no abusar de su confianza. Mis libros están dirigidos a un público que no se conforma, que no es feliz con las narrativas sencillas. Creo que mi tipo de lector es aquel que se aburre cuando ve fotos de comida en las redes sociales”.
Las nuevas tecnologías: “No me opongo al libro electrónico, pero como creador de contenidos me preocupa que la gente deje de pensar en el libro como algo por lo que se tiene que pagar. Los teléfonos móviles, FacebookTwitter, etcétera, francamente me parecen adicciones, tienen un efecto paliativo, pero no establecen conexiones reales, humanas. La novela es una buena oportunidad para liberar a la gente de esas adicciones”.
Libertad: "Quise escribir la historia del matrimonio de mis padres, pero no me interesaba describir la década de los cuarenta o los cincuenta que no conocí y traté entonces de imaginarme cómo hubieran sido mis padres si hubieran nacido en mi generación. Decir lo indecible solo es posible a través de la imaginación”.
La política: “Durante los años de Bush se abusó de las personas buenas. La gente creyó al presidente cuando dijo que Irak tenía armas de destrucción masiva o que Sadam Husein era un peligro para la seguridad mundial. En 2004 estaba tan enojado que no podía escribir.Libertad despegó al día siguiente de la elección de Obama. Mis niveles de ira bajaron de la noche a la mañana. Como ciudadano soy demócrata, pero como escritor no tengo partido”.

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Frases e imágenes sobre libros, amor y motivación

En Facebook las imágenes son una fuente de proporcionar buena onda en segundos. Si le añadimos la frase adecuada queda algo similar a lo siguiente:













Street art and epic fail

Imágenes artísticas en la calle....algunas con fallos importantes.






Las tres vidas de Stefan Zweig


Stefan Zweig 



    Escritor austriaco (1881-1942). Las tres vidas es una biografía (la de Matuschek)  menos novelesca de las que hacía y muy bien realizada que intenta entrar en una nítida delineación del personaje y su época.

El título proviene  del hecho de que las memorias de Zweig tituladas finalmente El mundo de ayer iban a haberse titulado Mis tres vidas


Hijo de una acomodada familia de industriales de origen judío (aunque perfectamente germanizados) Stefan, el menor de dos hermanos, nace en Viena y allí estudia y vive hasta el final de la I Guerra Mundial, con la desmembración del Imperio Austrohúngaro. En esos años Zweig es un poeta y narrador con aires bohemios, que viaja a París y Bélgica -donde conoce al poeta émile Verhaeren, uno de sus ídolos- sin dejar de ser un señorito protegido por el dinero familiar. Tras el hundimiento de los Habsburgo, él y su primera mujer Friderike, que ya había estado casada antes y que tenía dos hijas del primer matrimonio, se van a vivir a Salzburgo, a un gran caserón que Zweig (gran coleccionista de autógrafos, llegó a tener una colección fabulosa) había comprado hacia el final de la guerra.

Esos años -los 20 y los primeros 30- son el gran momento de Zwieg, que se vuelve un autor de best sellers traducidos además en toda Europa. No sólo sus libros de relatos cortos o el teatro (deja la poesía y novelas sólo escribió una) sino especialmente sus biografías, escritas con soltura, amenidad, a veces personajes individuales (María Antonieta, Erasmo, Magallanes) o su acertada fórmula de tríos como La lucha con el Demonio. (Hülderlin, Kleist, Nietzsche) o La curación por el espíritu. (Mesmer, Mary Baker-Eddy, Freud).

Cuando en 1934 la policía registró su casa, Zweig (que fue muy clarividente respecto al futuro) se dio cuenta de que Austria estaba perdida, y empezó a preparar la salida. Vivió en Londres, poco antes del estallido de la guerra, y en 1939 se fue a EE.UU (donde ya estaba su hermano y la familia Mann) y luego a Brasil y a Argentina. Le gustó Brasil, país al que dedicó el último de sus libros Brasil, país de futuro; sin embargo, al filo de cumplir los sesenta años, y aunque no le faltaban editores ni lectores, su fina y doliente sensibilidad no fue capaz de asimilar tantas pérdidas y se suicidó con su segunda mujer, Lotte, en Petrópolis, cerca de Río, pero en lo alto, con un clima más europeo, el 22 de febrero de 1942. Lo había preparado todo minuciosamente, sus donaciones, su testamento y esa muerte voluntaria de la que esperaba descanso. Creyó que su vida (como su mundo) estaban cumplidos y terminados. Un libro rico y bien resuelto.


Anotaciones después de leer a Juan Antonio de Villena

Ewan McGregor sólo habla de su trabajo


Sin respiro

Ewan McGregor

Texto de Gabriel Lerman

Desde que saltó a la fama con Trainspotting, en 1996, Ewan McGregor (Escocia, 1971) ha encadenado un filme con otro. Una intensa actividad que compagina con su vida familiar como padre de cuatro hijas
Allá por 1997, la revista británica Empire otorgó a Ewan McGregor el puesto número 37 entre las cien grandes estrellas de cine de todos los tiempos. Una decisión arriesgada, teniendo en cuenta que, en aquel momento, el prometedor actor escocés apenas había aparecido en una decena de películas, entre ellas la multipremiada Trainspotting, de Danny Boyle, y la arriesgada The Pillow Book, de Peter Greenaway. Sin embargo, McGregor devolvió con creces la confianza que depositó en él la afamada publicación: en los siguientes años se convertiría en el sucesor de Alec Guinness en la segunda trilogía de La guerra de las galaxias, pondría otra vez de moda el musical con Moulin Rouge y viviría historias extraordinarias en Big Fish de la mano de Tim Burton: “He tenido muchísima suerte”, afirma el actor en una suite del hotel Four Seasons en Beverly Hills. “He trabajado con algunos de los mejores directores del mundo. Cuando miro la lista de los que me han convocado, creo que no podría ser mejor”.

Sin duda, la razón de que McGregor, que el 31 de este mes cumplirá 41 años, siga manteniendo su vigencia tiene que ver con los papeles que elige. Aunque ha sabido repartirse entre el gran cine comercial y el independiente, ha privilegiado siempre las buenas historias por encima de cualquier otra cosa: “Para mí es muy simple –explica–. Si estás leyendo un libro y no quieres que termine, si te invitan a participar de ese mundo, no vas a querer perderte la oportunidad. Cada vez que tengo esa sensación cuando leo un guión, y puedo imaginarme cómo será el filme en mi cabeza, digo que sí. A veces tiene que ver con el director. Si Polanski me manda un guión, o lo hace Soderbergh o Tim Burton, le presto particular atención. Pero aun así, si no me conecto con la historia que están contando, prefiero pasar”.

Indudablemente, en los últimos tiempos el escocés ha encontrado muchas historias que le han atrapado. Hace unos meses encarnó enBegginers, de Mike Mills, a un hombre en busca del amor que descubre que su padre es homosexual (Christopher Plummer, Oscar 2012 al mejor secundario). Y acaba de llegar a las salas la electrizante Haywire, de Steven Soderbergh, en donde tuvo que luchar de igual a igual con la campeona de artes marciales mixtas Gina Carano. En breve estrenaráSalmon Fishing in the Yemen, de Lasse Hallström, y en octubre llegará Lo imposible, su colaboración con Juan Antonio Bayona, donde interpreta a un padre de familia que debe lidiar con los efectos del tsunami en Tailandia: “Esa sí que fue una película difícil”, recuerda Ewan, y añade: “Fue una gran oportunidad, porque si bien he sido padre durante los últimos quince años, nunca tuve la oportunidad de explorar qué es realmente la paternidad. Esta fue una manera muy extrema de hacerlo, porque además de encarnar a un padre que ha perdido a uno de sus hijos, durante el rodaje pasé muchos meses lejos de mi familia. Por otro lado, fue una experiencia extraña, porque yo tengo cuatro niñas, pero en el filme mi personaje tiene tres hijos varones. Eran todos muy adorables, y de alguna manera se convirtieron durante ese tiempo en mi familia sustituta”.

SI ALGO DISTINGUE a McGregor del resto de los actores de su generación es su permanente transitar entre el cine comercial de primera línea y las producciones rabiosamente independientes. Tras surgir como el actor predilecto de Danny Boyle gracias a una trilogía que incluyó Tumba abierta
en 1994, la exitosísima Trainspotting en 1996 y Una historia diferente en 1997, Ewan se distanció de su compatriota y en el 98 encarnó a un rockero glam en Velvet Goldmine, de Todd Haynes. Si bien George Lucas le dio el pasaporte a la lista de actores más solicitados de Hollywood con La amenaza fantasma y las otras dos entregas de Star Wars, el escocés sólo aceptó participar en proyectos muy especiales como Black Hawk derribado, de Ridley Scott; Moulin Rouge de Baz Luhrmann, donde demostró sus habilidades musicales junto a Nicole Kidman, y Big Fish, de Tim Burton .. En los últimos años, brilló en Miss Potter Ángeles y demonios, de Ron Howard, y en El escritor, de Roman Polanski. Su último estreno es el nuevo filme de Steven Soderbergh,Indomable (en la foto)
Aún hay más. Perfect Sense, su segunda colaboración con el inglés David Mackenzie, es una historia apocalíptica de ciencia ficción que todavía no tiene distribución en España, y Jack the Giant Killer, una superproducción de la Warner que se suma a la moda de las versiones de cuentos infantiles para adolescentes, llegará simultáneamente a las pantallas de todo el mundo en marzo del año próximo. Antes de partir hacia Nueva York, donde actualmente rueda su primera película para cable, The Corrections, dice que la razón por la que salta de un plató al siguiente es muy simple:“Adoro mi trabajo y me parece que la mía es una profesión muy valiosa, porque creo que las películas son muy trascendentes para la gente que las mira. Además, como me he pasado mucho tiempo en los platós, me siento seguro de lo que hago y, a la vez, muchas veces no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo. Pero lo más importante es que el cine sigue teniendo una dosis de magia, y eso es algo que yo disfruto mucho”, admite.

La intensidad con la que lleva su carrera no le impide tener una perfecta vida de familia junto a Eve Mavrakis, su esposa desde hace 17 años y a quien conoció cuando la fama todavía no había golpeado a su puerta. Asimismo, son famosos sus viajes en motocicleta a través de Europa, Asia y África, en los que el hecho de tener uno de los rostros más famosos del mundo nunca fue un impedimento: “Una vez, en algún rincón de Rusia, un hombre me confundió con un actor de cine para adultos, pero por lo general la gente no me reconoce”, asegura. “Lo cierto es que no puedo dejar de hacer las cosas sólo porque tenga miedo de que alguien me mire por la calle. No quiero vivir mi vida de esa manera. Si la gente me reconoce, pues muy bien. Mientras me traten de forma adecuada y con respeto, no me molesta”.

La Vanguardia









Aunque hoy ha justificado con 
creces aquella afirmación 
de la revistaEmpire, el hombre 
que fue el Obi-Wan Kenobi de 
Star Wars ha encontrado la fórmula 
para mantener un ritmo incesante
 de trabajo y a la vez no ser ese 
tipo de celebridad al que 
persiguen constantemente 
los paparazzi: “Supongo que se debe 
a que lo que verdaderamente
me interesa es ser actor y 
nunca me presté al juego de la estrella 
de cine. Todo el tiempo estoy buscando algo distinto para hacer, algo que nunca haya probado antes. Y si algún día siento que la audiencia no me puede ver 
como a un personaje debido a mi éxito, será el momento en que tenga que cambiar de profesión. No me interesa
ser una celebridad que trabaja en las películas; soy, simplemente, un actor
 que quiere convertirse en los 
personajes que interpreta”, dice desafiante..


Penélope Cruz habla de su matrimonio y el cine



"Me enorgullece ser capaz de reírme de mí misma”

Penélope Cruz

Texto de Sylvia Martí
Fotos de Tom Munro
La actriz española más internacional, tras ser madre, disfruta de una plenitud personal que no oculta. Ha vuelto a rodar con Sergio Castellitto, con quien obtuvo el premio David de Donatello, y con Woody Allen, que le dio un papel de Oscar. En su versión más glamurosa, repite como imagen del perfume Tresor de Lancôme
Penélope Cruz está enviando un mensaje por su móvil medio acurrucada en el sofá y con una sonrisa de íntima satisfacción en la cara. La leyenda dice que es arisca con la prensa española. La leyenda dice que es muy parca en sus respuestas: hasta su amigo del alma, Pedro Almodóvar, la ha llegado a calificar de “reservada”. Pero la leyenda hoy se queda en leyenda porque la realidad se impone. La actriz está sola, sin representantes, asistentes ni relaciones públicas. No ha pedido un cuestionario previo (como sí hacen otros profesionales con menos lustre). Piensa y mide lo que dice, como haría cualquiera con dos dedos de frente si supiera, como ella sabe, lo rápido que se extiende ahora cualquier cosa, cierta o no, con sólo darle a la tecla de enviar, compartir o subir.

Lleva un elegante vestido negro de tirantes y se cubre con un echarpe de cachemira en tonos grises. Coleta alta informal, flequillo juvenil y un buen maquillaje –de los que están ahí para favorecer sin estridencias– que el maquillador Pablo Iglesias, que conoce muy bien su cara y está de guardia tomando un té en la antecámara, apenas necesita retocar. Lo que más llama la atención de ella son sus ojos, más grandes y expresivos en directo que en la pantalla. Tiene una mirada despierta y magnética. Valorativa. Sabe mantenerla y a veces habla con los ojos, animando a seguir o marcando pausas. Es actriz, observadora y, desde luego, una estrella.

“Se te ha perdido un pendiente”, suelta Penélope acompañando la frase con ese gesto intuitivo y cómplice, tan femenino, de ponerse a buscarlo de inmediato. Primera impresión: es rápida, no se le escapa detalle y está más que acostumbrada a hacerse una idea de quién se le pone delante sin perder un segundo. Toca devolverle la mirada: Penélope Cruz está feliz y se le nota. Se diría que está en un momento dulce en el que maneja su vida y su carrera sin urgencia alguna; tomándoselo todo con más calma, trabajando mucho pero sin encadenar un proyecto tras otro. Recientemente ha rodado en Sarajevo Venuto al mondo, de Sergio Castellitto, y Bop Decameron, su segunda experiencia -–esta vez romana– con Woody Allen, el director que le dio un papel de Oscar. Pero no hay que engañarse: los maratones de rodar tres o cuatro películas por año parecen cosa del pasado. Cuestión de prioridades, que ser madre siempre las ajusta, y de cabeza, algo importante en alguien que a veces dice sí a un proyecto porque, simplemente, no puede dejar de pensar en él.

Mucha inteligencia emocional y mucho ángel ha de tener esta mujer para que muchos de los directores con los que ha trabajado vuelvan a llamarla. Ha repetido con Bigas Luna, Fernando Trueba, Rob Marshall, Castellitto, Allen y, por supuesto, Almodóvar. En el cine, una profesión en la que el ego es a la vez necesidad y enemigo, equilibrar los distintos frentes con la tensión de un rodaje y quedar como amigos tiene mérito.

Encajar las agendas de una pareja de actores con Oscar y éxito debe de ser casi tan complicado como resolver con una mano el cubo Rubik. Así que, para la actriz, disfrutar del presente y seguir trabajando concediéndose a sí misma un relativo respiro significa a menudo llevar una vida nómada; de lujo si se quiere, pero nómada. Por eso Penélope Cruz recibe al Magazine en una habitación con vistas sobre el Támesis y el London Eye. Su marido, Javier Bardem, está haciendo de malo en el próximo James Bond, que se rueda en la capital británica.
Isabel Coixet me dijo una vez que usted era, sobre todo, una currante. ¿Se reconoce en la definición?
Sí, me reconozco. Me tomo mi profesión muy en serio y me gusta trabajar duro. Es la única manera que entiendo de acercarme al trabajo desde que empecé. A nadie le regalan nada. A mí me han dado oportunidades muy interesantes que siempre he intentado aprovechar y disfrutar al máximo. Y eso significa darlo todo, esforzarte al límite. Todo lo que pueda haber conseguido en mi carrera me ha llegado a través del trabajo duro.
También por saber tomar decisiones a tiempo. Cuando usted se fue a probar suerte en Hollywood...
Nunca me fui en plan hago las maletas y lo dejo todo. Nunca dije me voy y dejo de trabajar en mi país. Me ofrecieron un personaje allí y acudí con mi billete de ida y vuelta. Luego fueron saliendo más propuestas y pasaba allí temporadas más o menos largas. Pero todo fue poco a poco.
En esa época hablaba usted poco inglés, a veces se encontraba sola, y recogía gatos callejeros para que le hicieran compañía...
Es verdad que he recogido muchos gatos por la calle. Cuando no podía tener más los iba regalando al resto del equipo, a los directores... ¡Castellitto tiene un gato mío en su casa! Siempre me encontraba gatos en los rodajes. En los primeros años, viajando y trabajando en Estados Unidos, Francia o Italia, había momentos en los que me sentía sola. Nada extraordinario. Lo mismo te diría cualquier estudiante que, por gusto o por obligación, se haya ido a estudiar fuera de su ciudad y no tenga cerca a su familia.
En esos casos, tener amigos es fundamental. Y a usted los amigos, se llamen Goya Toledo, Salma Hayek, Johnny Depp, Bono o Almodóvar, parece que le duran.
La amistad y la familia son muy importantes para mí. Saber quiénes son las personas en las que puedes confiar y con las que siempre puedes contar es casi una necesidad. Mis mejores amigos son los mismos ahora que hace 20 años.
¿Le es más difícil hacer amigos ahora? ¿Se ha vuelto más cauta?
No, tengo nuevas amistades, claro. Pero me alegra haber podido mantener a los amigos de siempre. Goya es mi mejor amiga desde que yo tenía 13 o 14 años.
El primer día de vuelta al trabajo tras el paréntesis maternal suele ser de corazón partido. ¿Cómo fue el suyo?
Cuando volví a trabajar tuve la suerte de que era un rodaje muy corto, de tres semanas. Me lo pusieron todo muy fácil, y no me tuve que separar de mi hijo en ningún momento para un viaje o nada de eso... ¡Si yo todavía estoy dando el pecho, llevo 13 meses!.. Si yo estoy...
A Penélope Cruz se le escapa una sonrisa de esas que se esbozan con los ojos y los labios sólo de pensar en su hijo. “Es muy madraza”, contó una vez Almodóvar. Pero la actriz retoma pronto su papel, sin cambiar el tono pero con sonrisa ya profesional.
“No me gustaría hablar mucho de esto. Tengo la regla de intentar separar las cosas, mantener mis dos mundos al margen...”.
¿En qué momento se dijo a sí misma: “Ya he llegado”?
Nunca llegas a sentirte así en este trabajo, quizás en ningún trabajo. Lo que sí piensas es en la gran suerte que tienes por poder vivir haciendo algo que te apasiona. Eso sí lo percibes como algo real, algo mucho más tangible que el haber llegado. Mi gran miedo era tener que dedicarme a algo que no me gustara, tener que estar encerrada muchas horas en una oficina... Siempre he sido consciente de lo afortunada que soy. Y lo valoro incluso más ahora, cuando hay personas muy preparadas, con una o dos carreras, que lo tienen muy difícil para encontrar un puesto de trabajo. En lo suyo o en cualquier otra cosa.

No ha perdido la perspectiva...
Es difícil perderla. Si lees un periódico aquí o allá y ves en las noticias cómo están las cosas, es imposible no darte cuenta del enorme privilegio que es hoy en día tener un trabajo.
¿Cree en el destino?
La verdad es que hay algunas casualidades, algunas coincidencias curiosas... Pero yo creo que, a la larga, cada uno se crea su propio destino. Aunque quizá sea una mezcla de casualidad, actitud, voluntad y destino.
Conoció a la madre Teresa de Calcuta cuando era muy joven. ¿Qué huella le ha dejado?
Me hizo ver el mundo de manera muy diferente. Me acordaré siempre de ella. Aquel fue un viaje que me cambió la vida, y no exagero nada al decirlo porque una visita a Calcuta, más todavía por el tiempo extraordinario que pude pasar con ella, te cambia la vida, sí o sí. El nivel de pobreza y miseria de Calcuta no lo he visto en otro sitio. Sé que los hay parecidos en otros lugares, pero lo más fuerte que yo he visto ha sido allí.
¿Qué recuerdo guarda de ella?
Medía un metro y poco y es de las personas más fuertes que he conocido. Tenía una fuerza, una presencia... Siempre iba al grano pidiendo ayuda para los demás. Era una mujer muy práctica porque no perdía ni un segundo de su vida en algo que no fuera pensar y crear estrategias que le permitieran ayudar a más y más personas.
En una entrevista reciente, Jude Law reivindicaba su derecho a involucrarse frente a quienes critican la solidaridad de los famosos...
No puedes ni dejar de ser solidario porque se te critique ni hacerlo para que se te halague, porque ninguna de las dos cosas funcionaría. Esta profesión te da la oportunidad de colaborar en proyectos que pueden contribuir a mejorar la vida de otras personas, y no hay que renunciar a ello. A mí nunca me ha preocupado el qué dirán en estos temas. Siempre he tenido claro cuál era mi motivación, y que podría hacer muchísimo más de lo que hago. Y esa es mi intención: hacer más.
¿Es cierto que le tira mucho el karaoke?
Alguna vez con amigos en casa... También es una de las cosas que me gusta hacer cuando salgo, pero no soy de salir mucho de noche.
¿Qué canción borda?
Ninguna. ¡Nadie canta bien en el karaoke! Yo soy muy de mirar el libro, las letras y tirarme allí tres horas. Pero no es una cosa que haga a diario.
¿Y qué más le ayuda a desconectar?
Cuando no estoy trabajando tengo una vida muy normalita y tranquila. No me llama nada la atención ir a sitios con ruido donde no puedes hablar, Me gusta estar en casa, dar paseos, leer y ver cine.
A Penélope Cruz siempre le ha gustado el cine, desde que de muy pequeña jugaba con sus amigas a intentar ser otra persona. El viejo vídeo Betamax de casa de sus padres, en Alcobendas, en el que la joven aspirante a actriz veía películas de Billy Wilder y de un temprano Almodóvar, suele salir en sus entrevistas. Tiene memoria, como demostró en su discurso de ganadora de un Oscar, cuando puso Alcobendas en el mapa. Ver Átame dio un empujoncito más a su voluntad de ser actriz. De la primera llamada de Almodóvar debe de recordar hasta las comas.
¿Cómo valora esa presión silenciosa que se ejerce sobre las mujeres que están en primera línea para estar siempre perfectas? Porque parece que una actriz o una modelo sea de goma y tenga la obligación de recuperar la cintura en tiempo récord después de un parto...
Esas cosas me dan igual. Ni las leo ni les presto atención. Y si no lo lees, no te afecta. No hago ni una dieta rara basada en proteínas, como han escrito mil veces. Es totalmente falso. ¡No había oído hablar de esa dieta en mi vida! Me encanta comer. A mí sólo me preocupa comer bien y estar sana. Nunca dejaría de comer ni seguiría una dieta peligrosa. Tampoco haría eso de engordar o adelgazar por un papel o para encajar mejor en un personaje. No haría nada que pusiera mi salud en peligro.
Ha vuelto a rodar con Woody Allen, ahora en Roma. ¿Qué puede decir de Bop Decameron?Que es una comedia pura con cuatro historias muy divertidas. Interpreto a una prostituta que se hace pasar por otra persona. Aún no he podido verla montada, pero el guión, cuando lo leí, me hizo mucha gracia. Me lo pasé muy bien otra vez rodando con Woody Allen, disfruté mucho durante todo el rodaje. Sólo por estar a su lado un rato, por escucharle hablar con ese sentido del humor tan brillante que tiene, ya merece la pena la experiencia.
Parece que Italia le da suerte, allí ganó con No te muevas el premio David de Donatello y en muchos de sus papeles se la ve muy italiana, muy Sophia Loren, un poco Ana Magnani….
¡Bueno, Ana Magnani son palabras mayores! Pero es cierto que Italia es como mi segunda casa. Me ha abierto sus puertas de manera muy generosa con personajes muy interesantes.
¿Hay algo de lo que se sienta especialmente orgullosa?
Una de las cosas de las que más orgullosa estoy es de ser capaz de reírme de mí misma. De cosas que nunca podría contar en una entrevista, pero ¡me saco tanto material! Y no sólo no he perdido esta capacidad, que creo que es muy sana, sino que va a más. Sé no tomarme demasiado en serio cuando no es necesario.
Ha logrado muchas cosas, un Oscar, una estrella en el Paseo de la Fama... ¿Qué le queda por hacer?
Me queda mucho por hacer porque sigo teniendo por este trabajo la misma ilusión del primer día, que es lo que importa. Me encanta todo lo que rodea la interpretación, estar ahí, seguir aprendiendo... No hay rutina: siempre estás interpretando un papel nuevo, siempre estás empezando de cero. Cuando te enfrentas al reto de crear en pantalla a un nuevo ser humano metiéndote es su piel no sientes nunca la sensación de “esto ya lo conozco”. Además, intento no repetir muchos personajes para prepararlos a fondo y sentir de verdad que estoy en un nuevo territorio. Así empiezo los proyectos con la cabeza fresca.
¿Se lleva los personajes a casa?
Siempre te afectan algo. Es difícil que no te afecten de alguna manera. Pero yo hago el esfuerzo consciente de intentar no llevármelos a casa, y sólo con intentarlo, parece que se te pegan menos.
¿A qué colegas admira?
A Meryl Streep, Victoria Abril, Pedro Almodóvar… Yo es que veo a Meryl Streep y me dan ganas de besarle los pies. Es un genio, la mejor actriz que ha pisado este planeta.
¿Le han pedido muchas veces en Hollywood el móvil de Almodóvar?
¿Las actrices? Muchísimas, claro. Allí le quieren y le respetan mucho. Como se merece.
¿De verdad no conduce? Habiendo vivido en Los Ángeles es inusual.
No conduzco en ningún sitio. He aprendido a conducir por las películas, así que sé hacerlo, pero no tengo carnet. Le tengo un miedo raro. Es algo totalmente irracional, porque luego me pongo al volante y me gusta.
¿Hay clan español en Los Ángeles?
Más que un clan somos un grupo de amigos, como con Antonio (Banderas) y Melanie (Griffith), pero también otros muchos amigos que no tienen nada que ver en este trabajo, que nos juntamos de vez en cuando para comer una buena paella.
¿Usted cocina en casa?
Cocino algunas cosas, no muchas. Pero me defiendo.
¿Cómo va su faceta de productora? ¿Veremos su Pasión india?
Tengo algunos proyectos en cartera, pero ese, en concreto, no lo voy a hacer. El libro está basado en un personaje real, y había miembros de la familia que no estaban de acuerdo en que se llevara al cine su vida. Y a mí no me interesa incomodar a nadie por una película.
¿Por dónde anda su pareja de Oscar?
Por ahí están. Los vamos cambiando de casa en casa...
Tiempo. Penélope Cruz se levanta y apoya con firmeza su brazo en el hombro de la periodista para estamparle dos besos. Cercanos, naturales. Sin divismo. Agustín Almodóvar acaba de anunciar a la emisora RAC1 el título de la nueva película de su hermano, Los amantes pasajeros, que se anuncia como “una comedia ingeniosa, picante y coral”. Penélope Cruz no estará en esa película, pero tendremos noticias suyas. Como siempre.